martes

Eternos dilemas


Inauguramos con este una serie de posts en los que Ágata y yo (Satie) expresaremos nuestros puntos de vista divergentes sobre algún asunto que nos interese.
Hemos elegido para empezar un debate sobre un tema que da para mucho. ¿Té o café? Trascendental ¿verdad?
Pues ya que estoy en el teclado voy a dar algunos argumentos a favor del té. En primer lugar no crea tanta adicción como el café. Su versatilidad es mayor y la varibilidad de tipos es tan abundante que apabulla.
En segundo lugar, las propiedades naturales le hacen una de las bebidas más antiguas y saludables, se han encontrado cientos de propiedades beneficiosas para nuestro cuerpo.
En tercer lugar, es más exclusivo, más chic. Todo el mundo dice, "vamos a tomarnos un cafelito" pero pocos "vamos a por un té".
En cuarto lugar, la ceremonia, sólo por esta celebración creada por los japoneses debería ensalzarse sus virtudes por encima de cualquier otra bebida. Y no sigo porque creo que el debate lo tengo más que ganado. Foto totisprz (flickr)
Bueno, Satie. Creo que ya has hablado demasiado y ahora me toca a mí.
Voy a hablar de uno de los placeres que nunca podré dejar: El café.
Tomar un café es disfrutar, saborear, conversar. Es verdad que muchos decimos "vamos a tomar un café" y pocos dicen lo del té. Pero a mí me gusta estar rodeada de buenos cafeteros. Hay muchísimas maneras de preparar el café: solo, con leche, cortado, piccolino, capuccino, americano, irlandés, carajillo, vienés, ruso, criollo, jamaicano, escocés, azteca, diablo ...El caso es tomarlo bueno, de la manera que te guste, con la compañía que quieras. La cafeína en dosis no muy altas debe ser buena, si no yo ya no estaría aquí...Y cuando tienes una cafetera apropiada que está en casa, tus amigos ya no te abandonan. ¿Quién quiere un café?