martes

Un buen maestro


Yo me considero maestro, más que profesor, algún día contaré porqué. Resulta que para algunos políticos de este país, un buen maestro es el que tiene autoridad (como si eso se pudiera dar por decreto). Es además autoridad pública y seguro que cuando un chaval o padre se excede con uno, se lo pensará dos veces, porque somos autoridad pública. ¡Ja!
Así que el buen maestro llegará a su clase, se subirá en su tarima, los alumnos le saludarán de pie diciéndole: buenos días tenga usted, don Federico.
Nadie discutirá nada, sólo se oirá y se hará lo que diga Don Federico y así los alumnos jamás pensarán por sí mismos ni sabrán enfrentarse a una sociedad en la que lo que se valora es saber trabajar en grupo, saber cuestionarse las cosas, ser imaginativos etc.
Qué distinto esto a lo que me pasa a mí todos los días. Llego a mi clase y me dicen: ¿maestro, cómo estás? ¿has tenido un buen día? Cuando tengo que castigarles o reprenderles debo explicarles los motivos y convencerles de su error... o darme cuenta de que me he equivocado.
Si les digo que algo es de una forma sólo porque yo lo digo, normalmente lo ponen en duda hasta que no se lo demuestre, o incluso puede que lo busquen en la red para contradecirme.
Me cuesta también convencerles de que se sienten todo el tiempo y a veces, soy yo el que les deja que se levanten para estirar las piernas. Ni yo mismo aguanto tres horas sentado.
Me gusta sacarlos a la calle para dar la clase fuera si el asunto es propicio. Nada mejor que aprender en los contextos naturales.
A veces me chillan o me faltan al respeto. Yo en vez de sentirme humillado y ofendido, considero esta situación una oportunidad para educarles y mostrarles cómo se puede controlar uno mismo la ira y cómo manifestar el desacuerdo sin pasar por encima del otro.
Puede que no tenga autoridad, puede que mis alumnos no me respeten. Puede que esté muy equivocado.
Pero me gusta que me saluden por la calle si voy paseando. Que vengan a verme cuando ya no están en el centro para que les aconseje sobre algo. Que se preocupen si me ven triste o que quieran saber qué música me gusta o a qué equipo de fútbol sigo.
Seguramente, si me pusieran una tarima, me caería de ella porque soy muy despistado y a los dos minutos me olvidaría de que existe. Si me hablaran de usted me sentiría extraño y si se levantaran cuando llego a clase pensaría que había un incendio o algo peor.
No, definitivamente no creo que los maestros necesitemos investirnos de autoridad por decreto. Creo que tenemos que estar dando las gracias a la sociedad por permitirnos hacer uno de los trabajos más bonitos del mundo. Creo que debemos intentar hacerlo siempre mejor para poder llegar al alma de ese alumno que piensa que la cultura no va con él.
Pocos lo dicen, pero uno de los problemas de la educación es que los docentes somos un gremio demasiado corporativista que echa de menos épocas afortunadamente desfasadas.
En la foto, mi abuelo Miguel que fue también maestro.