sábado

Se acabó


Siempre que viene un período vacacional (según para quién) como las navidades nos volvemos locos antes, durante y después.
Un par de meses antes el bolsillo se va resintiendo de tanto abrirlo. Regalos comprados con antelación para que no nos agobiemos el último día pensando e imaginando que serán otros los tontos que pasen el día de la cabalgata en una cola de un gran almacén.
Si de mí dependiera no haría regalos a nadie en Navidad. Llamadme siesa, rata, malaje, saboría... Me gusta regalar pero cuando me apetece y a quien me apetece Y LO QUE ME APETECE.
Luego, si tienes la suerte de que te toca tu casa de sede principal de las comidas, tienes que contar con la ayuda de quien vive contigo. Es imposible trabajar a turno partido y llevar el peso de pensar qué vamos a poner, qué comida gusta a los que vienen, cómo se van a sentar, si te faltarán sillas, si te sobrarán sillas, qué mantel pongo...En eso no tengo queja, es más, tengo la sensación de que no he hecho nada pero me siento tan cansada como si hubiera puesto hasta el último ladrillo de mi vivienda.
Después nos piden que comamos mucho, todo, de todo, con todos, para todo, sobretodo...para que recién pasada la Navidad comamos poco, nada, muy poco, sin nadie, para nadie... que el verano ya está aquí. Seguimos siendo tontos. Somos agonías con la cantidad que hacemos de comida. No hay casa en la que yo haya estado y no haya sobrado comida para dos días más.
Ya lo que te falta es que en esos días se muera alguien de la familia, aunque sea un tío de más de 95. Que tengas a alguien recién separado. Que haya otro tipo de problemas que sólo lo puede arreglar un encantador de serpientes. Cuando alguien lo está pasando mal a tu lado es muy complicado sentirse feliz y tomarse las 12 uvas, sólo llegué a la tercera (¿me irá bien el 2011?) ya que el nudo de tu garganta te lo impide, también los mocos que te limpias a escondidas.
Así ayer quité el árbol que ponen mis hijos y hoy doy los últimos regalos.
Navidad, cada año te odio más.