jueves

Parir


Cuando te quedas embarazada tu cuerpo deja de pertenecerte.
Vendrán los kilos, las estrías, las varices. Vendrán los vómitos, los gases, la necesidad de orinar por la noche cada media hora. Vendrán los antojos, más kilos, menos fuerza. Vendrán el sueño, las lágrimas sin venir a cuento, la pastillita para el hierro...cagar negro durante meses.
Cuando ingresas para parir, tu cuerpo sí que ya no es tuyo. Gente que no conoces te obligan a quitarte tu ropa. Te ponen el camisón más feo del mundo...ABIERTO POR EL CULO. Un enema es el saludo hospitalario con más irrigación que te hacen. Tú le devuelves el saludo minutos más tarde en forma de diarrea incontenida. (Creedme, la palabra enema proviene de la palabra enemigo) Ya ahí estás perdida, tus fuerzas empiezan a fallarte: mal comienzo. No puedes comer ni beber. Vaya, ni en la guerra te lo hacen pasar tan mal. Te pinchan un suero que contiene algo que te hará sufrir varias horas. No sabes por qué, ya que tus intestinos estás vacíos, tienes ganas de apretar. Y te dicen que NO LO HAGAS. Tú aguantas...joder...que aguante...no puedo más. Creo que voy a reventar y el médico me dice que no es nada...Tu...mare.
Posición incómoda: abierta de piernas y llena de dolores. Lo que te falta ya es que te tires un peo justo en la cara del médico. Mira que creí haberlo expulsado todo: gas, líquido y sólido. Pero no, todavía tengo uno ahí para la mare del médico.
Sólo queda que mi hija salga. Cuando lo hace...todo lo que ha sucedido durante los últimos meses y últimas horas se ha olvidado. Hasta que le toca salir a mi hijo. Dios salve a San Ramón Nonato.