sábado

Aparcados

(Esta entrada la quiero dedicar a todas las personas que se dedican al cuidado de personas dependientes y/o mayores, en instituciones o domicilios. Ahora que vuestro trabajo es tan poco valorado que sois los últimos en cobrar. Gracias por lo que hacéis).
Ayer, fui a visitar a un familiar a una "residencia de la tercera edad asistida, hogar para abuelos" o como quiera que se le llame ahora a los anteriormente conocidos como asilos. Está en la unidad de demenciados, ya ven como se las gasta el nombrecito. La verdad es que son muchos los sentimientos que el ir allí me ha provocado, muchos contradictorios. Desde miedo al ver lo que puede pasarnos hasta dolor, pena e incluso alivio al ver cómo la sociedad arregla un problema al que no sabría qué solución alternativa dar. Esto es lo que el mundo moderno no enseña. Tenemos un grave problema con nuestros mayores al que no estamos sabiendo responder y los tenemos en instituciones, aparcados esperando a que la naturaleza siga su curso. Nada más entrar en el edificio encuentras en un gran salón a un nutrido grupo de personas ancianas, todas sentadas, en silencio absoluto, con la televisión puesta. Nadie se mueve, algunos duermen, las miradas perdidas. Saludas y es como si se oyera llover, nadie contesta. Y esta es la estancia de los que están bien, de los que aún controlan sus pensamientos. Lo que se ve al entrar en la unidad de demenciados es más o menos o lo mismo, pero en la planta baja en una habitación cerrada bajo llave. Allí, sí hay frases, aunque tienen poco sentido y allí las personas sí hablan, pero a duras penas consigues entenderles. El olor en todo el edificio es a pañal. Curioso que el principio y el final de nuestras vidas se parezca en este asunto. Lo único que da un rayo de esperanza, que te hace conectar con la vida, lo que entendemos como vida, son los sentimientos del personal que les cuida. Les transmiten cariño, fuerza y les recuerdan que son igual de personas que los que
estamos fuera de allí.