lunes

Con permiso de Adele

Cuando las cosas van mal no pueden ir a peor. Es por eso que no puedo dejar de correr, saltar, volar por los aires para que todo salga correctamente. Mi larga melena la corté y ahora me es más cómodo girar en el coche casi en llamas para llegar a tiempo de coger al asesino.
Mi vida es peculiar. Mi destino es extraordinariamente ordinario. Mi compañero de aventuras no sabe en qué consisten las mías. Cree que me dedico a ser sólo una madre cariñosa, que sólo trabajo en un local algo normal, que sólo soy una compañera para toda una vida llena de rutinas divertidas.
Mi vida no empezó cuando nací, empezó cuando fui contratada por vete tú a saber quién. Alguien que se empeñó en acabar con lo peor de este mundo: la gente que da miedo, los que nos hacen sufrir, los que abusan de nosotros, los que se empeñan en dar una vuelta más de rosca para hacernos estallar.
Últimamente ando muy liada, mucho canalla anda suelto.
No tengo más que poner música y cumplir con mi destino, con mi deber. Llegaré a tiempo al dentista con los niños no sin antes haber corrido con mi Aston Martin DB5 por las calles detrás de algún ser sin escrúpulos. Llegaré a tiempo y sin perder un ápice de mi encanto, sin despeinar, con mi bolso a juego con los zapatos. No sin mis tacones.
Todo viene al caso, mi confesión, al escuchar este último tema de Adele. No me gusta esta chica. Pero esta canción huele a Bond de los 70. Huele a venganza.
La tomo como banda sonora para mí. Porque sí...Adele.